«Si con todo lo que tienes no eres feliz, con todo lo que te falta tampoco lo serás». (Erich Fromm)
Esta frase ha ocupado largas horas de reflexión en mi vida. Y es que cuando echamos la vista atrás siempre tratamos de estar en cualquier lugar menos en el presente. Lo que conlleva estrés, ansiedad y hasta altas dosis de sufrimiento.
Y el caso es que en ocasiones conseguimos esas cosas que anhelamos, pero luego… ¿qué ocurre? que no es suficiente y queremos más. Nos decimos que cuando consigamos tal o cual cosa seremos más felices y estaremos más tranquilos. Da igual que sean cosas materiales o sean de índole más personal, familia, amigos o parejas…
El punto es ser conscientes que la felicidad está siempre en el «mientras» y no en el «cuando». Está en el «AHORA».
El mayor problema es que nos identificamos con nuestros pensamientos y emociones, es decir, ya no es nuestro Ser sino el Ego el que nos controla. Es bonito valorar y sentir aprecio por las cosas, el problema es cuando queremos poseerlas y aferrarnos a ellas. Y es curioso, porque en realidad, nunca poseemos ni nos apegamos a nada, sino que nos apegamos a un pensamiento que incluye el «mío «, el «yo».
¿Qué podemos hacer?
Se trata de hacernos conscientes de ese apego, ahí comienza la transformación.
Si sientes miedo o enfado al perder algo, si te angustias por el peligro a perderlo, es que estás apegado. No obstante, si eres consciente de ese apego, si te distancias y lo observas como lo que es, un pensamiento, una emoción, una creencia, la identificación ya no es total. De hecho, un pensamiento se puede cambiar, lo que nos hará sentirnos distinto y comportarnos distinto.
Las cosas no duelen para que suframos, duelen para que cambiemos.
» En lugar de preguntarte: ¿Qué es lo que quiero de la vida? Una pregunta más poderosa es: Qué quiere de mí la vida?» (Eckhart Tolle)
Nuestro peor enemigo siempre son nuestros propios pensamientos. Sólo depende de tí el cambiarlos.