La vida pone a tus enemigos en la carretera, hasta que dejes de “reaccionar”.
La vida te asusta y te asustará cuantas veces sea necesario, hasta que pierdas el miedo y recuperes tu fe.
La vida te distancia de las personas que amas, hasta que entiendas que no somos ese cuerpo, sino el alma que contiene.
La vida se ríe de ti muchas y muchas veces, hasta que dejes de tomar todo tan en serio y puedas reírte de ti mismo.
La vida te rompe en tantas partes cuantas sean necesarias, para que la luz penetre en ti.
La vida te enfrenta a los rebeldes, hasta que dejes de tratar de controlar.
La vida repite el mismo mensaje, si es necesario con gritos y tapas, hasta que finalmente lo escuches.
La vida envía rayos y tormentas, para despertar.
La vida te humilla y a veces te derrota de nuevo y de nuevo hasta que decidas dejar que tu ego muera.
La vida te niega bienes y grandeza hasta que dejes de querer bienes y grandeza y comiences a servir.
La vida corta tus alas y poda tus raíces, hasta que no necesites alas ni raíces, sólo desaparezcas en las formas y tu ser vuele.
La vida te niega milagros, hasta que entiendas que todo es un milagro.
La vida acorta tu tiempo, para que te apures en aprender a vivir.
La vida te ridiculiza hasta que te hagas nada, nadie, para que entonces te convierta en todo.
La vida no te da lo que quieres, sino lo que necesitas para evolucionar.
La vida te lastima y te atormenta hasta que sueltes tus caprichos y berrinches y aprecies la respiración.
La vida te esconde tesoros hasta que aprendas a salir a la vida y buscarlos.
La vida te niega a Dios, hasta que lo veas en todos y en todo.
La vida te despierta, te poda, te rompe, te decepciona… pero créeme, eso es para que tu mejor yo se manifieste… hasta que sólo el amor permanezca en ti”.
Bert Helllinger