Seamos bondadosos con nosotros mismos. Estamos aprendiendo la lección más importante: amarnos a nosotros mismos, lo que incluye el amor a todos y a todo.
Al igual que el crecimiento físico, el crecimiento espiritual lleva tiempo. A menudo, las dificultades nos preparan, y el problema se transmuta cuando entendemos y agradecemos.
¿El camino espiritual necesita sacrificio? ¿Es una obligación meditar, orar, leer o practicar yoga? Siento que la lucha y el sacrificio nos alejan del amor. Hay una frase que se le atribuye a San Agustín que dice: “Cuanto más amo, mejor entiendo”.
Dar sentido a lo que hacemos cada día, da sentido a nuestra vida. Amar lo que hacemos es clave en la búsqueda espiritual.
Hay una frase de Bert Hellinger que dice: “El manantial no pregunta por el camino”. Fluir se siente en el cuerpo como armonía, paz interior. La lucha y el sacrificio causan sufrimiento.
Recientemente leí un cuento que me transmitió mucho amor: “La oración del zapatero remendón”:
Un zapatero remendón acudió al rabino Isaac de Ger y le dijo:
– “No sé qué hacer con mi oración de la mañana. Mis clientes son personas pobres que no tienen más que un par de zapatos. Yo se los recojo a última hora del día y me paso la noche trabajando; al amanecer, aún me queda trabajo por hacer, si quiero que todos ellos los tengan listos para ir a trabajar. Y mi pregunta es: ¿Qué debo hacer con mi oración de la mañana?”
– “¿Qué has venido haciendo hasta ahora?”, preguntó el rabino.
– “Unas veces hago la oración a todo correr y vuelvo enseguida a mi trabajo; pero eso me hace sentirme mal. Otras veces dejo que se me pase la hora de la oración, y también entonces tengo la sensación de haber faltado; y de vez en cuando, al levantar el martillo para golpear un zapato, casi puedo escuchar cómo mi corazón suspira: ¡Qué desgraciado soy, pues no soy capaz de hacer mi oración de la mañana…!”
– Le respondió el rabino: “Si yo fuera Dios, apreciaría más ese suspiro que la oración”.
Te abrazo con amor bella alma 🌷💙🦋