Aprendemos la lección más importante: amarnos a nosotros mismos y a todo. El crecimiento espiritual lleva tiempo y las dificultades nos preparan. El sacrificio no es necesario en el camino espiritual; amar lo que hacemos es clave. "El manantial no pregunta por el camino", fluir trae armonía y paz. El cuento "La oración del zapatero remendón" muestra que el suspiro del zapatero era más valioso que su oración. Te abrazo con amor.
Rebeca Suárez

Rebeca Suárez

¿Es necesario el sacrificio?

Seamos bondadosos con nosotros mismos. Estamos aprendiendo la lección más importante: amarnos a nosotros mismos, lo que incluye el amor a todos y a todo.

Al igual que el crecimiento físico, el crecimiento espiritual lleva tiempo. A menudo, las dificultades nos preparan, y el problema se transmuta cuando entendemos y agradecemos.

¿El camino espiritual necesita sacrificio? ¿Es una obligación meditar, orar, leer o practicar yoga? Siento que la lucha y el sacrificio nos alejan del amor. Hay una frase que se le atribuye a San Agustín que dice: “Cuanto más amo, mejor entiendo”.

Dar sentido a lo que hacemos cada día, da sentido a nuestra vida. Amar lo que hacemos es clave en la búsqueda espiritual.

Hay una frase de Bert Hellinger que dice: “El manantial no pregunta por el camino”. Fluir se siente en el cuerpo como armonía, paz interior. La lucha y el sacrificio causan sufrimiento.

Recientemente leí un cuento que me transmitió mucho amor: “La oración del zapatero remendón”:

Un zapatero remendón acudió al rabino Isaac de Ger y le dijo:

– “No sé qué hacer con mi oración de la mañana. Mis clientes son personas pobres que no tienen más que un par de zapatos. Yo se los recojo a última hora del día y me paso la noche trabajando; al amanecer, aún me queda trabajo por hacer, si quiero que todos ellos los tengan listos para ir a trabajar. Y mi pregunta es: ¿Qué debo hacer con mi oración de la mañana?”

– “¿Qué has venido haciendo hasta ahora?”, preguntó el rabino.

– “Unas veces hago la oración a todo correr y vuelvo enseguida a mi trabajo; pero eso me hace sentirme mal. Otras veces dejo que se me pase la hora de la oración, y también entonces tengo la sensación de haber faltado; y de vez en cuando, al levantar el martillo para golpear un zapato, casi puedo escuchar cómo mi corazón suspira: ¡Qué desgraciado soy, pues no soy capaz de hacer mi oración de la mañana…!”

– Le respondió el rabino: “Si yo fuera Dios, apreciaría más ese suspiro que la oración”.

Te abrazo con amor bella alma 🌷💙🦋

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