¿Te has preguntado alguna vez por qué ante la misma situación, cada persona responde de manera diferente?
Cada ser humano piensa y siente ante un hecho. Unos se entristecen, otros se enfadan, otros se frustran o se sienten solos e incomprendidos… Incluso muchos se quedan anclados y se deprimen por largo tiempo. Sin embargo, hay otros, que siguen adelante… ¿Cómo puede suceder algo así, si el hecho es el mismo para todos?
Entender esto, es CLAVE para empezar a despojarnos del ropaje del sufrimiento. Tenemos una mente, un cuerpo y un alma, y no sabemos cómo funcionan. El autoconocimiento es el primer paso.
Cada persona interpreta de manera distinta. Es fundamental saber que las cosas que pensamos no vienen generadas por las otras personas, ni por las situaciones externas, sino por la interpretación que hacemos de ellas. Las fabricamos nosotros. Y esto me lleva a una reflexión sobre el “ego”. ¿Qué es el ego? Un curso de milagros nos enseña que el ego es el principal obstáculo para conseguir la felicidad, es decir, la paz interior.
El ego genera miedo, juicio, culpa…la creencia de estar separados. Recuerdo hace unos años, en un momento concreto de mi vida en que estaba sufriendo mucho, en que le grité al ego: “¡¡muérete!!”. Luchaba contra él, me resistía. Todo lo que aceptamos en nuestra mente se vuelve real, es la aceptación lo que le confiere la realidad. Estaba luchando contra un fantasma. Lo que conseguía era fortalecer aún más algo que no estaba ahí, dado que el ego es una ilusión de nuestra mente, no existe, no es real. Y reconocer esto es el requisito previo para la visión.
En el Tao Te Ching, Lao Tse nos habla de abandonar el ego y cultivar la quietud mental. El poder auténtico está en la rendición, en lugar de controlar, luchar o resistirnos. Es el acto de rendición que se requiere, para adentrarnos en prácticas, por ejemplo, como la meditación. Lo que nos permite transformar nuestra consciencia a través del AMOR y la UNIDAD.
«Esa es la enfermedad. Crees que tú eres tu mente. Ese es el engaño. El instrumento se ha apoderado de ti.” (Eckhart Tolle).