La curación de una sonrisa
Rebeca Suárez

Rebeca Suárez

La curación de una sonrisa

¿Eres de las personas que esperan a que las cosas vayan bien para sonreír?

En la vida, suele pasar, que hay personas que se cruzan con nosotros en un momento clave y nos dan “ese consejo”. Y nunca lo olvidas. En mi caso, estoy muy agradecida porque he tenido más de uno y más de dos.

Y uno fundamental tiene que ver con esta historia personal: Ocurrió, por un lado, que yo pasaba por una etapa muy dolorosa, donde mi emoción predominante era la tristeza. Se había convertido en una forma de estar en el mundo. Ya no era simplemente una emoción sino un estado de ánimo permanente. Por otro lado, yo soy una apasionada del cine desde que tengo uso de razón. Me gustan casi todos los géneros, pero uno que yo veía casi a diario eran los dramas. Grandes cintas, muchas de ellas muy premiadas, sí, sí, pero… dramas que me atravesaban, donde lloraba amargamente y me hacían revolcarme más y más en mi dolor. Así somos los seres humanos a veces… Ahora lo pienso, sonrío, y lo veo como una historia de una galaxia muy muy lejana

Pues un día, la psicóloga que me trataba en aquel momento, le dio por preguntarme sobre lo que yo había hecho los días anteriores. Yo me había engullido unas cuantos dramas en esa última semana. Ella se echó las manos a la cabeza y su consejo fue: “Ni una más”. No me dio muchas explicaciones de ningún tipo, fue bastante directa y escueta: Dado que te gusta tanto el cine y casi cualquier género, a partir de ahora vas a ver películas de dibujos animados y de risa.

Por algún motivo, me impactó su reacción y su consejo, ya que normalmente se limitaba sólo a escucharme y fueron pocas las sugerencias que recibí en esos años. Pero este consejo es de esos que no olvidas, por los que mereció la pena aquello y estoy profundamente agradecida. Y por supuesto lo hice. Y empecé a reír. Empecé a ver comedias y más comedias. Y empecé a reír y reír. Y os aseguro que eso fue algo inmensamente curativo y que me ayudó mucho a salir del estado en el que me encontraba.

Y no sólo eso, lo integré en mi vida como algo básico y perenne. Reflexioné sobre personas que había conocido, y como teniendo las mismas situaciones difíciles en sus vidas, su actitud y el sentido del humor les ayudaba a no caer en estados nada deseables. Así que en situaciones difíciles también entrené mi risa, hasta que se convirtió en algo automático. Me río con inmensa facilidad de cualquier cosa.

Y es que la actitud positiva es muy importante. No podemos cambiar los hechos, las cosas son como son. Pero lo que sí podemos cambiar es nuestra actitud. Y deprimirnos por el pasado, sin aceptar la realidad de lo que hay, o preocuparnos por el futuro, es por una falta de conocimiento de nosotros mismos. Hay tanto por conocer dentro nuestro, tantas decisiones que podemos tomar a nuestro favor para ir en pos de la felicidad… En el templo de Apolo, en Delfos, hay una frase que dice: “Conócete a ti mismo y conocerás el Universo”.

Para mí, el sentido del humor es uno de los valores terapéuticos más importantes y eficientes. Podemos vivir nuestra vida con sentido del humor. Sólo tenemos que tratar de ver las cosas de manera diferente. Incluso podemos entrenar el sentido del humor. No hace falta que seamos humoristas. Pero si lees el periódico o ves las noticias, siempre vas a ver cosas negativas. Sin embargo, si en la mañana puedes ver o escuchar alguna cosa que te haga reír, puedes comenzar el día con alegría, sintiendo y emitiendo alta y buena vibración.

Además, científicamente hablando, está demostrado que cuando te ríes, generas endorfinas que son sustancias químicas naturales que genera nuestro cerebro y nos causan alivio del dolor, nos proporcionan placer y bienestar.

Hay un caso muy famoso, el de Norman Cousins, autor, periodista político y defensor de la paz mundial, que tenía una enfermedad llamada espondilitis anquisolante, que afecta a los huesos y las articulaciones, sufría de fuertes dolores. Él le preguntó al médico qué podía hacer, a lo que el médico le contestó: “Ríase usted, porque al menos eso, va a ser analgésico”. Y se lo tomó tan al pie de la letra que comenzó a ver programas y películas de risa, como las de los Hermanos Marx. Al cabo de un año, volvió al médico y le dijo: “Está usted fenomenal, ¿qué ha hecho?”. Y le contestó: “Lo que usted me dijo. Me dijo que me riera. Pues me he reído”. Y escribió un libro muy famoso que se llama “Anatomía de una enfermedad”, donde explica que si te ríes, ayudas muchísimo a tu enfermedad. Llegó a decir: “Hice el feliz descubrimiento de que diez minutos de verdadera carcajada tenían un efecto anestésico y me darían al menos dos horas de sueño sin dolor”.

El caso es que alguien puede pensar: ¿Y si no tengo ganas de reír? Pues lo que es tremendamente curioso, es que incluso cuando finges que te ríes también generas endorfinas. ¡Así que puedes empezar fingiendo!

Tenemos la capacidad de elegir nuestra actitud. Vivir con alegría es una decisión que todos podemos tomar. Y si hasta hoy no es tu manera de vivir la vida, la puedes entrenar hasta convertirla en un hábito. No te pre-ocupes. Quita el “pre” y sólo “ocúpate”. No sólo podemos entrenar nuestro cuerpo físico. La mente se puede entrenar, las emociones se pueden domesticar y por supuesto la actitud, la sonrisa y la risa también se entrenan.

Te regalo mi sonrisa desde el alma.

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