Cristal de agua
Rebeca Suárez

Rebeca Suárez

Amor y agua… ¿Cómo quieres vibrar?

Desde mi infancia, aunque aún no tenía conocimientos teóricos sobre ciertos temas, había cosas que sabía, no sabía por qué las sabía, pero las sabía, las podía percibir y sentir. Una de ellas son las vibraciones. Podía sentirlas conmigo misma, se relacionaban con mis emociones y mis pensamientos. También con otras personas, había personas que me hacían sentir inmensamente bien tan sólo con su presencia y con otras me ocurría todo lo contrario.

Con relación a los animales… siento un amor muy profundo por ellos. Para mí, son uno de los regalos que más agradezco a la vida. Ya de pequeña, cuando estaba triste y apagada, iba a por mi perrito, Willy, lo abrazaba, lo acariciaba y eso hacía que me sintiese mucho mejor. De adulta, durante una etapa muy difícil, en la que cuidé de mi padre por una enfermedad terminal, una de las principales cosas que me ayudaron fue la compañía de mi querida Peggy, otro regalo perruno divino, sacarla a pasear, jugar con ella, tenerla en brazos, eran para mí “mi momento”, en los que me recargaba de energía, me daba fuerzas para continuar. Y Lulú, mi pequeña Lulú, ella vive en mi corazón desde el primer día que nos conocimos, cuando era una diminuta cachorrita con tan sólo pocos días, y ocurrió el flechazo entra ambas. Me regaló tanto amor, lealtad, risas… Ella fue y es uno de los grandes amores de mi vida. Y digo es porque aunque no esté ya físicamente, mis pensamientos en ella, hacen que esté viva, me brota amor con tan sólo recordarla…y es que el AMOR no entiende de tiempos ni espacios.

Y ahora, después de necesitar unos minutos para seguir… os quiero hablar sobre el agua.

La naturaleza, los árboles, las piedras, los elementos: el AGUA, el fuego, la tierra, el aire.

¡Conexión con la naturaleza! Cuando estoy en la playa o en el bosque y pongo la mente en reposo, fundirme con los cuatro elementos eleva mi frecuencia vibratoria, aprecio más los detalles y siento el poder de la gratitud: el fuego a través del sol; la tierra, disfruto desde pequeña al coger arena o tierra entre las manos y luego abrirla y sentir cómo cae de nuevo y se funde con el resto; el aire, sentir la caricia de la brisa en mi rostro y mi cuerpo; y el agua, ¡qué regalo! Podemos tocarla, nadar en ella, beberla, llorarla…es puro fluir.

¡Me he emocionado tantas veces con el AGUA! ¡Me han brotado tantas veces lágrimas de puro AGRADECIMIENTO Y AMOR hacia la Vida, el Universo, la Divinidad… Cuando conecto con esos momentos mágicos del más puro amor incondicional, ocurren cosas a mi alrededor que las palabras no alcanzan a explicar. Por eso tengo la certeza en lo más profundo de mi ser que no estamos solos, que formamos parte de un TODO.

Y hay días, que además de sentir, me llegan regalos de experiencias de más personas, conocimientos, investigaciones… Hoy os quiero compartir, por ejemplo, uno de esos estudios que me conmovieron profundamente por haberlo experimentado yo misma. De nuevo, es de esas cosas que no sabes por qué las sabes, escapan a las palabras, pero sabes que lo sabes… trata sobre el AGUA:

Como todos sabemos, el agua es el elemento natural que hace de la Tierra un planeta habitable y que permitió la aparición de la vida. Todos los seres vivos del planeta provenimos del agua.

Masaru Emoto, fue un autor japonés, que investigó sobre la estructura molecular del agua. Él pensaba que el agua es “el alma del universo”.

Depositaba diferentes muestras de agua, sometidas previamente a vibraciones de sonidos, colores, formas, palabras, emociones y pensamientos. Las congelaba, luego las descongelaba y a través del microscopio observaba las diferentes formas que adoptaban los cristales.

Algunos ejemplos son:

– Disolvió una gota de aceite esencial de flor de cerezo en agua destilada. La congeló, luego la descongeló lentamente y fueron formándose cristales, los cuales adoptaron la forma de la flor del cerezo. ¿Casualidad? Lo repitió con otras flores y la forma del cristal siempre replicó la geometría de la flor.

– Tomó un frasco de agua destilada y lo expuso a palabras agresivas, violentas, groseras… Luego cristalizó con formas monstruosas, horribles.

– Lo expuso a palabras dulces y amorosas. Resultaron cristales con formas bellísimas y armoniosas. Las palabras que mejor resultado dieron fueron: gracias y amor.

– Su experimento favorito fue el del monje zen: le entregó un frasco con agua de un lago contaminado que no cristalizaba armónicamente, generaba un cristal deforme, desagradable. El monje meditó y proyectó su bondad sobre ese frasco de agua. Cuando cristalizó una gota y pudo observarla en el microscopio se había convertido en un hermoso cristal. Sucedió que el pensamiento y las emociones amorosas del monje modificaron la estructura dándole armonía.

– Con respecto a la música, descubrió que le disgustan la música heavy y estridente. En cambio, le encanta Mozart y la música clásica en general. La sintonía favorita del agua: el Ave María.

Esto me recuerda a uno de los recuerdos más hermosos que tengo de cuando hice el Camino de Santiago. Fue una parada “aparentemente casual” que hice en un pequeño pueblo. Había una ermita, estaba vacía, tan sólo una hermosa anciana sentada en la puerta, la saludé con un pequeño gesto de cabeza y una sonrisa, entré y me senté en uno de los bancos. Cerré los ojos y me dejé llevar por el momento, sentí muchas cosas hermosas en la más profunda intimidad. De pronto, empezó a sonar el Ave María de Schubert, por un instante no sabía si era real o lo estaba imaginando, eso me dio igual, estaba profundamente agradecida por ese momento divino y por tanto amor y agradecimiento que me envolvía. Las lágrimas brotaban. No tengo la menor duda de cómo hubieran sido los cristales de mis lágrimas si el señor Emoto las hubiera sometido a observación. Después salí, crucé unas palabras con la anciana, me regaló y colocó en mi cuello una pequeña medalla, no podía ni quería dejar de llorar, me pidió que hiciera algo por ella cuando llegase a Santiago, nos fundimos en un hermoso y sincero abrazo. Por supuesto, cumplí el encargo, y de vez en cuando sigo pensando en ella, agradecida por su bello sentir y hacer. Yo lo supe después, ella me estuvo haciendo fotografías mientras yo estaba en el banco, ella puso el Ave María para mí.

El mensaje que quiero transmitir con todo esto es que cuidemos muy bien de nosotros, de nuestros pensamientos, emociones, sentimientos, porque tienen una gran influencia sobre nosotros mismos y sobre lo que nos rodea. La vibración que transmites, por ejemplo a tu vecino, cuando le regalas una sonrisa, va a afectar a muchas personas más con las que se va encontrar en su día…y así sucesivamente. Ahora que se habla tanto de contagios, cada uno de nosotros tenemos el poder de cambiar positivamente la vida de los demás. La vibración es altamente contagiosa. Tú tienes el poder de elegir con qué quieres contagiar al mundo que te rodea.

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